martes, 19 de febrero de 2013

Cómo deben vestirse los sacerdotes



Lunes por la mañana. Un muchacho católico que no fue a misa el día anterior (Domingo, día del Señor) va a una iglesia cerca de su universidad dispuesto a confesarse. Mira los confesionarios ... vacíos. A esa hora no hay misa en ese templo, por eso, en la primera banca se ve a un señor de barba conversar con una señora que se nota es muy piadosa. Uno que otro fiel camina o reza por la iglesia pero ningún sacerdote a la vista que pueda darle el perdón sacramental que este muchacho necesita y busca. Triste, con la carga de su pecado no absuelto, se va. Nunca se enteró de que el caballero barbado de la primera banca era presbítero.

En una provincia algo alejada de la gran ciudad los pobladores celebran la procesión del santo patrono del pueblo. Un padre de familia que hace mucho no se confiesa se ve tocado por el ejemplo del santo, se cuestiona y decide mejorar su vida, decide confesar sus pecados para que Dios lo perdone. Busca a un cura, recorre a la multitud que sigue a la procesión, nada. Se acerca al anda del santito. Nada. No se ve al padre. "Debe estar ocupado. Otro día será." Nunca supo que el hombre de pantalón jean, zapatillas y camisa verde que caminó a su lado en la procesión era el padrecito que tanto buscaba, el que podía devolverle la paz con la absolución.

Las realidades interiores no se ven por sí mismas, por eso necesitamos hacerlas evidentes mediante signos exteriores visibles. Un gran signo de esas realidades interiores es la vestimenta. Los ministros ordenados (diáconos, presbíteros y obispos) tienen, por decirlo de alguna manera, facultades especiales que la gran mayoría de seres humanos (los laicos) no tenemos. A ellos les ha dado el Señor la autoridad para actuar in persona Christi, en nombre Suyo. Por ello y por otras razones no menos importantes es que la Iglesia dispone que los ministros ordenados usen una vestimenta distinta a la de los laicos, para que sean reconocibles, para que con solo verlos sepamos que estamos ante un sacerdote. En algunos casos, según su Congregación, el sacerdote se viste con lo que se llama hábito talar, en otras con la sotana, y en la mayoría de casos los curas se visten con pantalón oscuro (no jean), zapatos negros, camisa y clergyman. En cualquiera de estos casos basta mirarlos para saber que se trata de sacerdotes.

Pero sucede que algunos sacerdotes optan por vestirse como laicos. Dicen que "para hacerse más cercanos a los feligreses". No se dan cuenta de lo equivocados que están. Quiera Dios en su bondad que estas líneas sirvan para llamar a la reflexión y para corrección de los curas que se visten como laicos.

Cuando un sacerdote se viste correctamente está dando testimonio de varias virtudes: sano orgullo de su vocación, obediencia a las normas de la Iglesia, disponibilidad para atender a quien necesite un cura, muerte al mundo y a la vanidad, etc. Además, el solo ver a un hombre vestido como sacerdote o a una monja vestida como tal hace que nuestra mente recuerde a Dios. Es decir: con su correcta vestimenta hacen apostolado pues hablan de Jesús presente entre nosotros, con solo estar vestidos como lo que son.

Y lo que expresa sin darse cuenta un sacerdote vestido como laico, al menos para mí, es: vergüenza de su identidad, soberbia que desafía a las autoridades de la Iglesia, confusión sobre su identidad y vocación, coqueteo con el mundo, etc.

Dios me libre de juzgar las conciencias y de generalizar. No dudo de que muchos lo hacen con muy buena intención, pero recordemos que el fin no justifica los medios. Para acercarme a los fieles no puedo traicionar ni mi identidad ni a la Iglesia. Por el contrario, más cuestiona y llama a la conversión un consagrado feliz de vivir como tal en todo. Que me perdonen los presbíteros que se sientan ofendidos por esta reflexión, pero es mi deber y el de todo laico ayudar y corregir a los sacerdotes, no podemos ocultarles sus errores, necesitan nuestras oraciones y nuestras correcciones (después nos quejamos de que alguno se desvíe). Sepan que están en mis oraciones.

Alguien dirá: el hábito no hace al monje. Es cierto, pero el hábito identifica al monje, para eso es.

Recordemos también que la vestimenta religiosa no es opcional; el Código de Derecho Canónico establece su obligatoriedad.

Los fieles laicos necesitamos a nuestros sacerdotes. Por favor, déjense ubicar, vístanse como deben vestirse. Dios los escogió para un misión cuyo cumplimiento exige que sean reconocibles y testimonio de Su Presencia en el mundo. Para eso los escogió Dios. Para eso nacieron.

Update:

Luego de publicado este post encontré el documento "Directorio Para El Ministerio Y La Vida De Los Presbíteros" de la Congregación para el Clero, emitido en 1994. En este documento se explicita, en el numeral 66, lo siguiente:

«En una sociedad secularizada y tendencialmente materialista, donde tienden a desaparecer incluso los signos externos de las realidades sagradas y sobrenaturales, se siente particularmente la necesidad de que el presbítero — hombre de Dios, dispensador de Sus misterios — sea reconocible a los ojos de la comunidad, también por el vestido que lleva, como signo inequívoco de su dedicación y de la identidad del que desempeña un ministerio público. El presbítero debe ser reconocible sobre todo, por su comportamiento, pero también por un modo de vestir, que ponga de manifiesto de modo inmediatamente perceptible por todo fiel —más aún, por todo hombre— su identidad y su pertenencia a Dios y a la Iglesia.

Por esta razón, el clérigo debe llevar « un traje eclesiástico decoroso, según las normas establecidas por la Conferencia Episcopal y según las legitimas costumbres locales». El traje, cuando es distinto del talar, debe ser diverso de la manera de vestir de los laicos y conforme a la dignidad y sacralidad de su ministerio. La forma y el color deben ser establecidos por la Conferencia Episcopal, siempre en armonía con las disposiciones de derecho universal. 


Por su incoherencia con el espíritu de tal disciplina, las praxis contrarias no se pueden considerar legitimas costumbres y deben ser removidas por la autoridad competente.


Exceptuando las situaciones del todo excepcionales, el no usar el traje eclesiástico por parte del clérigo puede manifestar un escaso sentido de la propia identidad de pastor, enteramente dedicado al servicio de la Iglesia.»