martes, 19 de febrero de 2013

Cómo deben vestirse los sacerdotes



Lunes por la mañana. Un muchacho católico que no fue a misa el día anterior (Domingo, día del Señor) va a una iglesia cerca de su universidad dispuesto a confesarse. Mira los confesionarios ... vacíos. A esa hora no hay misa en ese templo, por eso, en la primera banca se ve a un señor de barba conversar con una señora que se nota es muy piadosa. Uno que otro fiel camina o reza por la iglesia pero ningún sacerdote a la vista que pueda darle el perdón sacramental que este muchacho necesita y busca. Triste, con la carga de su pecado no absuelto, se va. Nunca se enteró de que el caballero barbado de la primera banca era presbítero.

En una provincia algo alejada de la gran ciudad los pobladores celebran la procesión del santo patrono del pueblo. Un padre de familia que hace mucho no se confiesa se ve tocado por el ejemplo del santo, se cuestiona y decide mejorar su vida, decide confesar sus pecados para que Dios lo perdone. Busca a un cura, recorre a la multitud que sigue a la procesión, nada. Se acerca al anda del santito. Nada. No se ve al padre. "Debe estar ocupado. Otro día será." Nunca supo que el hombre de pantalón jean, zapatillas y camisa verde que caminó a su lado en la procesión era el padrecito que tanto buscaba, el que podía devolverle la paz con la absolución.

Las realidades interiores no se ven por sí mismas, por eso necesitamos hacerlas evidentes mediante signos exteriores visibles. Un gran signo de esas realidades interiores es la vestimenta. Los ministros ordenados (diáconos, presbíteros y obispos) tienen, por decirlo de alguna manera, facultades especiales que la gran mayoría de seres humanos (los laicos) no tenemos. A ellos les ha dado el Señor la autoridad para actuar in persona Christi, en nombre Suyo. Por ello y por otras razones no menos importantes es que la Iglesia dispone que los ministros ordenados usen una vestimenta distinta a la de los laicos, para que sean reconocibles, para que con solo verlos sepamos que estamos ante un sacerdote. En algunos casos, según su Congregación, el sacerdote se viste con lo que se llama hábito talar, en otras con la sotana, y en la mayoría de casos los curas se visten con pantalón oscuro (no jean), zapatos negros, camisa y clergyman. En cualquiera de estos casos basta mirarlos para saber que se trata de sacerdotes.

Pero sucede que algunos sacerdotes optan por vestirse como laicos. Dicen que "para hacerse más cercanos a los feligreses". No se dan cuenta de lo equivocados que están. Quiera Dios en su bondad que estas líneas sirvan para llamar a la reflexión y para corrección de los curas que se visten como laicos.

Cuando un sacerdote se viste correctamente está dando testimonio de varias virtudes: sano orgullo de su vocación, obediencia a las normas de la Iglesia, disponibilidad para atender a quien necesite un cura, muerte al mundo y a la vanidad, etc. Además, el solo ver a un hombre vestido como sacerdote o a una monja vestida como tal hace que nuestra mente recuerde a Dios. Es decir: con su correcta vestimenta hacen apostolado pues hablan de Jesús presente entre nosotros, con solo estar vestidos como lo que son.

Y lo que expresa sin darse cuenta un sacerdote vestido como laico, al menos para mí, es: vergüenza de su identidad, soberbia que desafía a las autoridades de la Iglesia, confusión sobre su identidad y vocación, coqueteo con el mundo, etc.

Dios me libre de juzgar las conciencias y de generalizar. No dudo de que muchos lo hacen con muy buena intención, pero recordemos que el fin no justifica los medios. Para acercarme a los fieles no puedo traicionar ni mi identidad ni a la Iglesia. Por el contrario, más cuestiona y llama a la conversión un consagrado feliz de vivir como tal en todo. Que me perdonen los presbíteros que se sientan ofendidos por esta reflexión, pero es mi deber y el de todo laico ayudar y corregir a los sacerdotes, no podemos ocultarles sus errores, necesitan nuestras oraciones y nuestras correcciones (después nos quejamos de que alguno se desvíe). Sepan que están en mis oraciones.

Alguien dirá: el hábito no hace al monje. Es cierto, pero el hábito identifica al monje, para eso es.

Recordemos también que la vestimenta religiosa no es opcional; el Código de Derecho Canónico establece su obligatoriedad.

Los fieles laicos necesitamos a nuestros sacerdotes. Por favor, déjense ubicar, vístanse como deben vestirse. Dios los escogió para un misión cuyo cumplimiento exige que sean reconocibles y testimonio de Su Presencia en el mundo. Para eso los escogió Dios. Para eso nacieron.

Update:

Luego de publicado este post encontré el documento "Directorio Para El Ministerio Y La Vida De Los Presbíteros" de la Congregación para el Clero, emitido en 1994. En este documento se explicita, en el numeral 66, lo siguiente:

«En una sociedad secularizada y tendencialmente materialista, donde tienden a desaparecer incluso los signos externos de las realidades sagradas y sobrenaturales, se siente particularmente la necesidad de que el presbítero — hombre de Dios, dispensador de Sus misterios — sea reconocible a los ojos de la comunidad, también por el vestido que lleva, como signo inequívoco de su dedicación y de la identidad del que desempeña un ministerio público. El presbítero debe ser reconocible sobre todo, por su comportamiento, pero también por un modo de vestir, que ponga de manifiesto de modo inmediatamente perceptible por todo fiel —más aún, por todo hombre— su identidad y su pertenencia a Dios y a la Iglesia.

Por esta razón, el clérigo debe llevar « un traje eclesiástico decoroso, según las normas establecidas por la Conferencia Episcopal y según las legitimas costumbres locales». El traje, cuando es distinto del talar, debe ser diverso de la manera de vestir de los laicos y conforme a la dignidad y sacralidad de su ministerio. La forma y el color deben ser establecidos por la Conferencia Episcopal, siempre en armonía con las disposiciones de derecho universal. 


Por su incoherencia con el espíritu de tal disciplina, las praxis contrarias no se pueden considerar legitimas costumbres y deben ser removidas por la autoridad competente.


Exceptuando las situaciones del todo excepcionales, el no usar el traje eclesiástico por parte del clérigo puede manifestar un escaso sentido de la propia identidad de pastor, enteramente dedicado al servicio de la Iglesia.»


sábado, 17 de noviembre de 2012

Cómo vestirnos los laicos para la Santa Misa


Es bien sabido que las formas externas de las personas expresan sus características interiores; aquéllas se ven, éstas no. Si mi interior está desordenado lo más probable es que mi apariencia exterior lo refleje: poca higiene, rostro desaliñado, ropa descuidada. Pero si estoy bien por dentro me será lo más natural estar limpio, bien vestido y con buen semblante. Y es que, lo queramos o no, siempre evidenciamos de alguna manera lo que tenemos dentro. Y un elemento que utilizamos para mostrar nuestro interior es la vestimenta. Con la ropa que escogemos usar podemos mostrar respeto ante una realidad externa a nosotros (una persona, una fecha, un evento, etc.). Con la vestimenta que llevamos mostramos qué tanto nos hemos preparado para una de esas realidades y qué tanto nos interesan o nos generan respeto.

Con el tiempo cada sociedad ha construido los protocolos que dicen qué vestimenta es correcta para cada situación. Nos ha quedado claro que para una entrevista de trabajo la vestimenta elegante es obligatoria, lo mismo que para una boda, una reunión con alguna alta autoridad o para las funciones de ópera. Mostramos mucho respeto ante un difunto y sus deudos yendo a un funeral con ropa elegante. Si vamos a una fiesta lo que buscamos es sentirnos cómodos con la ropa; para el deporte se hicieron las zapatillas, las camisetas, los pantalones cortos. El bombero usa ropa especial en su trabajo, lo mismo que el médico. El personal militar tiene un uniforme para las prácticas, otro para almorzar, otro para salir del cuartel, porque cada situación es distinta y merece un respeto distinto, hay disciplina de por medio, es lo correcto. Ridículo el anciano que se viste como adolescente o la muchacha que se arregla como abuela. Cada situación tiene una vestimenta adecuada para ella, con la que mostramos nuestro mundo interior y el respeto que nos genera esa situación.

Los católicos sabemos que en cada partícula de pan y en cada gota de vino consagrados por el sacerdote están el sacratísimo Cuerpo y la bendita Sangre del Señor Jesús. Durante 2000 años la Eucaristía ha sido, es y será lo más sagrado que podemos tener en esta vida. Inmenso, imposible de consolidar, es todo lo que los santos (Romanos Pontífices, obispos, sacerdotes, cardenales, religiosos, monjas, Padres y Doctores de la Iglesia, laicos, etc.) han escrito sobre la grandiosidad de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Dios hecho pan y vino, anticipo de las realidades eternas, fuente y cumbre de la vida eclesial, el Cordero que quita el pecado. ¡Sea por siempre bendito y alabado mi Jesús sacramentado! El corazón humano no deja de agradecerle a Dios Amor tan excelso regalo.

Ante tan inmerecida grandeza que Dios le ha dejado a su Iglesia, sus integrantes buscamos ser siempre dignos de ella. Bien sabemos que desde los inicios del cristianismo la Iglesia, en palabras del apóstol San Pablo, exhorta a estar bien preparados para recibir la Comunión Eucarística; quien comulga el Cuerpo y Sangre estando en pecado come su propia condenación. Hay que tener la actitud interior (de fe, esperanza y amor inacabable) y un estilo de vida que nos permitan acceder al sacramento. Y en lo externo también buscamos estar a la altura. El sacerdote usa ropas especiales, sagradas, para celebrar la misa y para exponer el Santísimo Sacramento. Los ritos son muy hermosos y los objetos que se usan en la misa y en la adoración eucarística son muy prolijamente preparados y cuidados. Porque la Eucaristía nos genera el mayor de los respetos, nos conmueve, nos dobla las rodillas.

¿Por qué, entonces, la mayoría de las veces nuestro vestir en la sagrada misa no expresa el respeto que le tenemos a Jesús Eucaristía? Ante tan excelsa presencia deberíamos prepararnos interior y exteriormente. Nuestra apariencia externa debe estar a la altura (en lo posible, pues somos enanos ante la gigantez de Dios) de la experiencia que celebramos: la misa. Pienso que los católicos debemos ser especialmente cuidadosos de la forma como nos aseamos y vestimos para ir a misa. Vestirnos bien para ir al sacrificio del altar es vestirnos para Dios, y debe expresar el amor que le tenemos (sobre todas las cosas y personas) y el respeto que nos genera. Y no estoy pensando en los católicos “de domingo” (aquellos que no tienen aún mucho interés verdadero por una vida cristiana coherente, radical, hasta la santidad); pienso, por el contrario, en los católicos “practicantes”, los que tenemos las cosas más claras, los que llevamos buen tiempo queriendo ser santos. Hay entre nosotros, hombres y mujeres, el hábito de ir a misa mal vestidos. Hacemos un esfuerzo en la vestimenta en matrimonios, en misas celebradas por obispos u otras ocasiones especiales, pero a la misa dominical usualmente vamos como si fuéramos a un parque u otro ambiente lúdico.

Se ha metido entre nosotros un criterio que dice: “hay que ser connaturales con las personas que nos ven, no hay que parecer exagerados”. Y así terminamos yendo a la misa en jean (casi siempre desteñido), zapatillas o sandalias, camiseta, etc. Y en verano inclusive utilizamos pantalones cortos. Hombres y mujeres vamos gritándole con nuestra ropa a los demás que Jesús Eucaristía nos despierta tanto amor que nos vestimos así para Él. Parece que nos preocupa más agradarle al mundo (“hay que ser connaturales”) que agradarle a Dios. Sí, a Él le gustan los corazones puros y las obras de caridad, pero quien vive esto también se preocupa de vestirse bien para Dios, para sí mismo y para los demás. Parece que nuestra comodidad está por encima del sentido común y del respeto que merecen Dios y todo lo sagrado. Ciertamente el hábito no hace al monje, pero lo identifica y evidencia disciplina.

Defiendo que a celebrar el Banquete Pascual debemos ir con la vestimenta adecuada. Y los varones podemos mostrar respeto usando camisa, pantalón de tela y zapatos (no zapatillas ni sandalias), todo de colores sobrios. Lo mismo en invierno que en verano. Y las damas, pues creo que los pantalones (o similares) apretados no encajan en el concepto de sobriedad y recato. Que Dios y los demás vean que nos hemos preparado interior y exteriormente para la misa; así se evangeliza mejor que siendo “connatural”. El mundo requiere gente que le hable de Dios, gente que muestre respeto interior y exterior a lo divino, pero si esa gente (nosotros, los cristianos) no está a la altura ni por dentro ni por fuera pues la semilla no será bien sembrada. Y si alguien se va a alejar de la Iglesia porque nos ve bien vestidos para la misa pues no está preparado para entender lo que es la Fe, quizás quiere un Evangelio que se adapte a él y no al revés. Vistiéndonos bien seremos buen ejemplo para los hermanos en la Fe y evangelizaremos mejor.

También debemos cuidarnos del "formalismo" que nos lleva a preocuparnos excesivamente de las formas externas descuidando el interior. Que Dios nos libre también de esto. Y que nos libre también de corregir sin caridad a quienes no llevan las formas exteriores adecuadas; solo Dios conoce las razones que explican cada conducta. Puede haber razones impuras o también ignorancia, pobreza material, un imprevisto, un mal momento anímico o espiritual, etc. Si hay que corregir que sea sin fariseísmos.

Exhorto, entonces, a todos los católicos a que usemos siempre la ropa apropiada para cada situación y que a misa vayamos muy bien vestidos, con respeto y decoro, como lo harían Santa María y San José. No pongamos excusas, exijámonos.

jueves, 7 de junio de 2012

The Beatles remasterizados

Para los no beatlemaníacos esto debe sonar un poco a japonés o mandarín, pero mis colegas de "vicio" me entienden.


Anoche tuve por fin la oportunidad de escuchar un CD remasterizado de The Beatles. Es el primero que he podido escuchar pues es el primero de la colección de remasterizados que estoy comprando.


Venía postergando desde hace 2 años y medio la compra de la colección hasta que por fin se concretó. Estoy comprando el Box Set Mono en USA y los 4 CDs stereo que ahí no están incluidos los estoy comprando en Lima. Hay mucha expectativa por saber si de verdad la remasterización había generado un sonido nuevo en el catálogo de los Fab4. Dediqué buen tiempo a leer muchas opiniones sobre el nuevo sonido y eso me hacía comer más ansias.


Hasta que anoche escuché en mi sala, en el equipito de sonido que me acompaña desde hace más de 10 años, el "Abbey Road" remasterizado. Mi conclusión: im-pre-sio-nan-te. Realmente parece otra banda u otra grabación. Los ingenieros de sonido encabezados por George Martin han logrado un resultado buenísimo.


Los de mi generación crecimos admirando y escuchando a la mejor banda en versión CD, que, recientemente llegada (1987) reemplazó a los vinilos originales. Yo los conocí en cassette, pues mi mamá me compraba uno de vez en cuando en mi adolescencia. Luego salieron los CDs y era el salto obligado, lo lógico era tener el catálogo completo en el nuevo formato CD que prometía un nuevo sonido más limpio. Y en la práctica la diferencia entre mis cassettes (originales, por supuesto) y los CDs era mínima, solo se corrigió el siseo propio de las cintas e inexistente en cualquier CD, pero fuera de ello todo igual.


Cuando en 2009 se lanza el catálogo completo remasterizado la duda de todos los beatlemaníacos era la misma de 1987: ¿habrán mejorado el sonido? Y la respuesta, según mis oídos es un rotundo Sí.


Después de escuchar el "Abbey Road" y algo del "Yellow Submarine" me quedó una sensación de gratitud para con los responsables del proyecto. El audio es más nítido, le han dado más volumen a los bajos (Paul era y es buenísimo tocando el bajo, instrumento poco apreciado), la batería de Ringo suena más potente, las voces más claras, algunos errores corregidos, y en general todo suena mejor. Hay sonidos que me parecían nuevos en canciones que he escuchado muchísimas veces. El resultado es, como lo vengo diciendo, buenísimo, altamente recomendable. No en vano el proyecto fue aprobado en sus inicios y al final por Paul, Ringo y por las dos viudas.


Nuevo motivo para seguir admirando a The Beatles, renovados, recargados. Son realmente buenos, son grandes. Yo les tengo una admiración musical difícil de expresar; tienen demasiado talento.


Y todo esto luego de escuchar solo un CD. Estoy esperando que me llegue el Box Set que, además de ser remasterizado es versión mono, no stereo. Los Beatles grabaron en mono y así suenan mejor.


¡Beatles forever!



jueves, 29 de julio de 2010

Little Child (The Beatles, 1963)

En este post quiero dedicarle unas reflexiones y recuerdos a mi princesa Daniela, a poco de haber ella cumplido 5 años de vida, aunque es injusto contar la edad desde el nacimiento, pues como sabemos la vida nuestra empieza desde la unión de espermatozoide y óvulo en el vientre materno, así q mi niña tiene algo de 5 años y nueve meses de vida.

Con su llegada a nuestra vida llegaron muchos cambios, pues a este joven padre y a su esposa nada los preparó para tal responsabilidad. De hecho fuimos el primer matrimonio dentro de nuestro grupo de amigos q se casó y el primero en encargar familia, y las muchas conversaciones previas resultaron poco, aunque no por ello desechables, sino todo lo contrario, ante lo q significó el nacimiento de Daniela. Ella llegó como un vendaval a cambiarnos todo, para bien, para mejor.

Yo esperaba q Dios nos envíe una niña, pues algo en mi interior me predisponía a ello. Mi esposa, abierta como yo a lo q Dios quisiera, anhelaba un niño, y cuando fuimos a una de la ecografías en donde ya se vería el sexo del bebé me emocioné bastante al saber q esperábamos a una nena, fue un baldazo de alegría q no pude contener. Tocaba ahora preparar su habitación, su ropa, y todo lo q logísticamente necesitaría. Imposible olvidar la gran ayuda de las amistades en este proceso: desde consejos invaluables hasta un día entero de trabajo pintando ellos la habitación de Daniela pocos días previos a su llegada. Esos gestos no pensados, no calculados, sino espontáneos y frescos son los q fortalecen las relaciones entre personas, evidencian q adentro de los corazones hay verdadero amor, dispuesto a entregarse a los amigos necesitados. Mi gratitud eterna a ellos.

La princesa nació, a Karin se le complicó un poco el útero luego de la cesárea pero, nuevamente por bondad de Dios, no pasó a mayores el tema. Y empezaron a manifestarse los cambios prácticos en nuestras vidas: controles periódicos con la pediatra, aprender a cambiar pañales, aprender inclusive a cargar a la bebé, etc. Recuerdo q yo no sabía cargarla y me daba miedo hacerlo; Karin me iba enseñando hasta q desarrollé una habilidad especial para cargarla, tanto q cuando la nena lloraba yo aplicaba esa técnica de carguío y automáticamente se tranquilizaba.

Siempre le rehuía yo a la tarea de cambiar pañales, sobre todo si había pufis de por medio, pero finalmente lo hacía con ayuda de Karin o de las abuelas o de Kenny, hasta q un buen día (cuestionable lo de “buen”) llegó mi prueba de fuego: Karin había salido a trabajar y me quedé solo con mi cachetona, llegó la noche y con ella un derrame estomacal de campeonato, como no me quedaba más opción q asumir en soledad el cambio de pañal pues me dispuse a hacerlo. La eché en su cambiador, preparé algodón, pañitos húmedos, crema y agua tibia, traje el pañal limpio y empecé la faena. A mi inexperiencia se sumó el hecho de q Dani se movía demasiado, lo q dio como resultado q todo su cuerpo (todo) y su ropa terminaron embarrados, parte de mi ropa también y el suelo repleto de paños embarrados de la misma desagradable materia. Ese cambio de pañal me tomó muchísimo tiempo, no sé cuánto pq perdí la noción, y dejé el aromático olor por todo el departamento. Yo quedé exhausto, gasté abundancia de paños y algodones, y dejé el olor por todos lados. Karin regresó del trabajo y se rió de mí más tiempo del q me tomó cambiar el bendito pañal.

Esa es una de las muchas anécdotas. Luego hemos aprendido a darle de comer, a bañarla, a peinarla, a hacerla dormir y muchos etcéteras. Aprendí yo a inventar cuentos para ayudarla a dormir, a calmarle el llanto, a pasearla. Tantas cosas. Uno no nace sabiendo estas cosas pero quien nace para ser padre/madre tiene como un chip incorporado en el alma para asumir con valentía y alegría tales roles. Todas estas cosas son un cambio total de esquemas y hábitos, a los flojos como yo nos cuesta más trabajo, pero todo esfuerzo es corto cuando uno ve el resultado dibujado en su carita de traviesa. Y en lo personal, sé q cada una de esas cosas exigentes me realiza.

Pero la valentía y la alegría de las q hablaba suelen abandonarme cuando se trata de enfermedades. En ese tema soy bien cobarde, lo q evidencia un problema de mi psicología q debo trabajar en aras de la responsabilidad. Me sucede q ante algún síntoma de desperfectos en la salud de mi nena yo me descompongo: me preocupo en exceso, me pongo triste y de mal humor, y quiero llevarla de inmediato al médico. No tengo más justificación para ello q el deseo de un padre de ver a sus hijos siempre sanos. Pero felizmente tengo a Karin q me hace poner los pies en la tierra pues en eso es mucho más tranquila. Y yo sé q he progresado en ese tema, pero debo llegar al nivel óptimo. Más cuando me veo muy acompañado por Dios en estos trances: tenemos un buen seguro médico, Danielita tiene un muy buen pediatra, no nos falta medicinas, etc. Toda enfermedad q se ha atrevido a entrar en el cuerpo de mi cachetona ha sido derrotada por, repito, bondad de Dios. Confío en q saldré airoso en este proceso, triunfo q además es un requisito para planificar al hermanito o hermanita de la primogénita.

También está el acompañarla en su proceso de maduración interior. Ella tiene q ser una niña de psicología sólida y fuerte lista a buscar y encontrar el destino para el q ha nacido, y eso tiene q trabajarse desde niña y son muchas las variables q entran en juego. Están los cuidados de sus padres, las atenciones de las abuelas, las relaciones con otros familiares y amigos. Entran también la socialización con sus compañeritos de Nido, la cantidad y calidad de televisión q puede consumir, sus juegos, etc. Las misses y psicólogas del Nido nos dan sus observaciones y recomendaciones, y yo pregunto: ¿a nosotros en nuestra niñez nos hacían todas esas evaluaciones? ¿También a nuestros padres los traumaban así? Como fuere, el barco llegará a buen puerto.

Y así está pasando la vida mía en este nuevo rol q es muy pero muy hermoso. Son muchísimas las cosas q podría comentar, hay material para rato, pero lo mejor está todavía por llegar con cada día q amanece, con cada ocurrencia de Dani (anoche, por ejemplo, me pidió por primera vez q me calle), con cada travesura, con cada baile nuevo, con cada enfermedad, con cada reto nuevo. La búsqueda de Colegio es otro tema. En fin, hay tantas maravillas en la paternidad q lo mejor es disfrutarla día con día.

lunes, 15 de febrero de 2010

El cine peruano

Estos últimos sábados he estado viendo en TV un ciclo de cine hecho en Perú por directores peruanos, guionistas peruanos, y actores peruanos. Ya hace algunos años he visto también otras obras de nuestro cine, y mantengo la misma sensación: decepción, tristeza.

No entiendo por qué todas (creo que no menos del 99%) nuestras películas tienen que acudir a las mismas bajezas: desnudos, sexo, ráfagas de groserías, y violencia. No estoy cuestionando ahora los temas de fondo, las tramas, ese es otro cantar, pero sí las formas. No sé qué piensen otras personas, pero ese tipo de películas a mí no me gusta, y no solo me desagrada, sino que me hace daño. Me explico: recibir en 30 minutos una lista espectacular de lisuras a todo volumen, escenas mañosas y sangre hiere ese poco pudor que aún conservo a mis 35 años.

¿Nos hace bien como personas ese tipo de arte? ¿Podemos llamar 'arte' a creaciones que denigran a las personas? Pienso que no.

¿Qué argumentos pueden darnos los cineastas?

1. «Nuestras películas reflejan la realidad del Perú». Perdón, el Perú, país en el que vivo hace más de 3 décadas, es más que lujuria, violencia, obscenidades y groserías. ¿Acaso nuestros cineastas no conocen realidades positivas en nuestro país? ¿No hay acaso historias reales de gente trabajadora, honesta, limpia? ¿No hay familias de todas las clases sociales que viven con valores muy marcados?
2. «Hay que darle al pueblo lo que le gusta». Bueno, bajo ese argumento repartan alcohol o cocaína en la puerta de los cines. No hay necesidad de darle a la gente productos nocivos solo porque "le gustan". ¿quién dice que todo lo que a uno le gusta le hace bien? A mí me gusta dormir hasta tarde pero esa mala costumbre me hace daño.

En definitiva no veo un esfuerzo por hacer productos grandes, buenos, distintos, sino que hay una constante línea de mediocridad, de buscar lo más fácil, lo que vende rápido, aunque eso signifique lavarse las manos con Pilatos ante los que pedimos películas más decentes.

En aras de la justicia, debo confesar que una película llamó mi atención: "La prueba", de Judith Vélez, con una agradable actuación de Jimena Lindo. Menos mañosería y lisuras que el común de películas peruanas, y una trama distinta, que plantea un dilema moral crítico. Me gustó.

Obviamente, no he visto todas las películas de nuestro cine, pero creo que casi todas, desde los 80's, y me duele como peruano ver talento y dinero desperdiciado. Un ejemplo: acabo de ver "Un cuerpo desnudo", con muy buenos actores, pero con una carga de vulgaridades alucinante, y con una trama simplista que nunca cambió. Esas cosas me hacen pensar lo que pienso. No he visto "Tarata" ni la famosísima película postulante al Oscar, y espero que sean excepciones a esta terrible y denigrante regla que gobierna nuestro cine.

martes, 5 de mayo de 2009

La corrupción. Se cura desde dentro.

«El candidato a puesto de elección que anuncie que va a terminar con la corrupción "de un solo tajo" no solo es un iluso: afirmo que es un irresponsable.» Rubén Blades

El texto de arriba le pertenece, como está indicado, al buen Rubén Blades. ¿Qué tiene que opinar un salsero sobre temas sociales? Para quien no lo sabe, Rubén basa su música y su vida en sus agudas reflexiones sobre la vida, la sociedad, y sobre ese ente que sirve de unión a ambas: el barrio. Por algo también estudió y terminó la carrera de Derecho nada menos que en Harvard.

Él redactó un texto muy interesante sobre la corrupción, y lo quiero compartir en este post. He de advertir que discrepo en su opinión sobre la existencia de Dios: Dios existe sí o sí. Salvo ello comparto plenamente las opiniones del buen Rubén. Comparto sobre todo la reflexión de fondo: nada va a cambiar en el mundo si antes no hay un cambio sincero y profundo en el corazón de las personas, es imposible. Por eso es tan importante que cada día nos esforcemos por ser mejores seres humanos, ser aquello para lo que nacimos.

Aquí el texto para quien quiera disfrutarlo.


Sobre la corrupción

Aún no sé cuántos años tiene Dios, ni si él celebra su cumpleaños. Tampoco sé a quién le reza Dios. No sé siquiera si reza. Cuando era un niño, estas preocupaciones las consulté con mi abuela Emma, la sabia, y savia de mi casa. Recuerdo que se me quedó mirando fija y largamente, y en vez de responder me dedicó una de esas sonrisas anchas y enigmáticas que solo una abuela sabe regalar a un nieto preguntón.

El primer acto de corrupción, según lo establece la Biblia, fue consumado por Eva y Adán sopotocientos mil años atrás, cuando ignorando las advertencias divinas decidieron probar "la prohibida fruta". O sea, la aparición de la corrupción es un poquito más joven que la creación del ser humano, según lo afirma el sagrado texto. Esto indica que la corrupción es un problema tan viejo como la vida misma. ¿Creó Dios la corrupción? ¿O se creó ella con nuestra ayuda?

Las escrituras afirman que Dios es omnipotente, que sobre su voluntad nada impera. Un argumento teológico sostiene que él decidió conceder el privilegio de la voluntad a su creación humana, y que vio traicionada su confianza.

Esto señalaría que a consecuencia de la irresponsabilidad de los dos únicos representantes civiles en la tierra nace la corrupción, antes de la democracia, antes de la dictadura, antes de Torrijos, antes de Arnulfo. Desde entonces, por más de 2 mil años nuestra Iglesia ha combatido la corrupción sin poder eliminarla de nuestra vida diaria. Hoy, en América, señalamos la corrupción política como la única responsable por la miseria, el caos y la mediocridad de nuestras instituciones, públicas y privadas; la culpable por nuestro encierro en un laberinto de oportunidades perdidas. En Panamá también atacamos la corrupción política. Pero aquí, como ocurre en otras Repúblicas, pocos aceptan o critican el problema de la corrupción personal y/o social. Una multitudinaria complicidad hace el punto inmencionable. Somos países sumidos en la mayor de las hipocresías: la de negar que es la corrupción espiritual nacional la que fomenta, alimenta, ayuda y fortalece la corrupción política que criticamos. La corrupción presupone la descomposición de un ente que es, o que fue sano. En nuestro caso, ¿quién puede afirmar la última vez que el ente público fue sano en Panamá? La descomposición política actual viene gestándose desde hace muchísimo tiempo, imagino que desde el primer Gobierno nacional.

El presente nivel de nuestra descomposición espiritual, a nivel nacional, no soporta ya cosméticas explicaciones, ni dedos señalando a gringos, comunistas o militares como los responsables por nuestra desgracia administrativa. La corrupción requiere de un proceso, no es instantánea: demanda el espacio que da el tiempo. En su creación y desarrollo hemos participado todos y todas, de mil maneras. El reflejo del espejo de nuestra sociedad convierte a nuestras caras en las de los políticos que criticamos como corruptos. El candidato a puesto de elección que anuncie que va a terminar con la corrupción "de un solo tajo" no solo es un iluso: afirmo que es un irresponsable. Si la corrupción en Panamá fuera acabada de un tajo, se nos cae el país. La corrupción lo sostiene, porque está en cada uno de nosotros y en nuestros actos. Bajo las actuales condiciones, más práctico sería votar por el candidato más corrupto.

¿Cómo administrar a un país corrupto prescindiendo de la corrupción? ¿Quién dice que aquí ya no mandan los militares? ¡La corrupción es general! ¿Acaso no es corrupto el que engaña a su semejante, el que no paga impuestos, el que coimea y se deja coimear, el que ignora el hambre del que la tiene, el que no cumple con sus obligaciones, el irresponsable social, el que no reconoce el derecho ajeno? ¿No es corrupción la diaria mentira, la falta de conciencia, la vanidad, la arrogancia, el egoísmo, la ausencia de espiritualidad, de consideración a los demás? En cada uno de los detalles diarios de nuestros actos que elimina nuestro deber para con los demás, está presente el germen de la corrupción. En pretender alcanzar nuestra felicidad a expensas de la felicidad de los demás, está reflejada la corrupción. ¿De qué nos quejamos entonces en Panamá? De la corrupción de los otros, la que nos impide alcanzar los frutos de nuestra propia corrupción espiritual, sin querer entender que los políticos de los que nos quejamos están allí porque nosotros los pusimos allí, con nuestros votos corruptos, nuestra hipocresía corrupta, nuestra indiferencia corrupta, nuestra mediocridad corrupta, nuestro odio corrupto, nuestro cinismo corrupto, nuestra complicidad corrupta. La corrupción en nuestro medio no es la excepción: es la regla. La corrupción en nuestro país no es una aberración: la hemos convertido en un estilo de vida. Incluso, para no identificarla por lo que es, y con eso justificar nuestra utilización diaria, le hemos dado un sobrenombre: "el juega-vivo". ¿Hasta cuándo vamos a seguir con la falsedad de afirmar que es por culpa de los políticos que el país está como está y va como va?

¿Qué político puede salvarnos de nosotros mismos? La corrupción política existe en cualquier sociedad cuando sus ciudadanos participan del proceso que descompone su espíritu, individual, colectivo y nacional. Dicen que la voz del pueblo es la voz de Dios. No creo que a Dios le importe lo que pensemos, ni si decidimos perder nuestro tiempo preguntándonos si él tiene cumpleaños, si él se reza a sí mismo, o a quién sabe qué. Más allá de la inútil y eterna discusión sobre si existe o no un cielo y un infierno, o la patética costumbre de invocar su santo nombre para ganarnos la lotería, o para que gane nuestro equipo, lo que nos debe importar es que estamos aquí, que existimos, y que, en el marco de un misterio impenetrable que nos da la oportunidad de vida, somos los únicos responsables por nuestras decisiones.

¿Existe Dios? Solo en la medida en que nuestro espíritu pueda reconocerse en la idea del bien. ¿Queremos acabar con la corrupción política en Panamá? Empecemos por enfrentar individualmente nuestra corrupción espiritual. La eventual respuesta a nuestros problemas sociales dependerá de nuestro poder de recuperación individual y colectiva, a nivel espiritual. La esperanza quizás una vez fue gratis. ¿Hoy? Hoy tenemos que justificar la razón por merecerla.

domingo, 1 de marzo de 2009

La amistad

Una pregunta: ¿cómo debe ser una verdadera amistad? Uno ve tantos estilos de relaciones interpersonales que puede confundirse. Hoy, en la Lima del siglo XXI, ¿qué patrones deben regir la relación entre dos personas que intercambian una amistad?

Se me ocurre para comenzar que debe haber intereses comunes. Dos amigos deben tener algo en común: un objetivo en la vida, una lucha, una pasión (el deporte, la música, el cine, qué sé yo), un pasado, etc. Y ese algo debe ser lo menos superficial posible. No creo que pueda basarse una amistad por el solo hecho de ser compañeros de estudio o de trabajo o por ser vecinos. Esa es una convivencia necesaria. Pienso yo que la amistad es más que eso pues trasciende las convivencias “casuales”. Me es muy enriquecedor ver (y vivir) cómo 2 compañeros de trabajo comienzan a dar los pasos que los llevan a ser amigos (en contraposición a ese ser solo compañeros) y se genera una relación fraterna muy rica. Cruzar esa línea, arriesgarse a ser amigo cambia la vida y cambia los ambientes de trabajo. Es otra cosa, pero claro: no es magia, hay que darse y acoger. Hay que, literalmente, entregarle a otro la propia vida, y recibir la de él/ella.

Otro punto importante para mí en una amistad es la incondicionalidad. Dos amigos deben estar siempre listos para ayudar y socorrer al otro en lo que sea. Y no basta con tener la actitud sino que, creo yo, debe ser algo explícito. Me refiero a que con palabras y/o hechos se debe dejar claro que uno estará ahí para lo que sea. Como dirían The Beatles: Any time at all. Qué suave consuelo es ante las adversidades que nos pone a veces la vida poder tomar el teléfono y acudir a un amigo. Y cuán realizador es poder ayudar a un amigo en sus necesidades, y mientras más le cuesta a uno pues mejor.

También creo que los amigos deben cuidar las formas. Esto es: guardar esos protocolos que la cortesía impone de manera natural. Si le ofrezco a un amigo llamarlo pues debo hacerlo porque él o ella estará esperando mi llamada, y si no puedo hacerlo la cortesía me exige disculparme a la brevedad. Si mi amigo me comenta que quiere hablarme de algo yo no puedo darme el lujo de olvidar suscitar ese diálogo pendiente, hacerlo es como un delito. Los saludos por cumpleaños, aniversarios, etc. son normas básicas de convivencia amical.

Obviamente los amigos deben buscar el bienestar y la felicidad del otro a como dé lugar. Lo que nos lleva a replantear nuestra propia vida: no hay peor cosa que un ciego guiando a otro ciego. Dos amigos deben tener claro qué es lo que realmente hace feliz al ser humano y qué nos hace menos personas. Y de tener eso claro se desprende que uno no puede permitir que un amigo se hunda escogiendo lo que le hace daño. ¿Quién dejaría a un ser querido entrar en las drogas? ¿Cómo puede uno dejar que su amigo convierta su vida en un desastre si ambos saben qué es bueno y qué es malo? Y por supuesto, en la otra cara de la moneda está el dejarse corregir, cosa muy difícil en estos días. ¡A dejarnos corregir, entonces! Si eso no está claro, ¿sobre qué se basa la amistad?

En fin, estas son solo unas breves reflexiones sobre el tema de la amistad. De hecho no es un tratado filosófico sobre el tema sino simplemente lo que es: un post en un blog personal.

Termino este post remitiéndome a una bella definición que sobre el tema hizo el gran Rubén Blades en su canción Vida, del álbum Tiempos (1999). Dice él, al son de una buenísima salsa: “y cada amigo es la familia que uno se elige entre extraños”. Contundente.

¿Qué es para ti la amistad? ¿Eres buen amigo? ¿Qué buenas experiencias amicales has tenido?