viernes, 11 de mayo de 2007

Viviendo en la CRP

Viernes de febrero. Como pocas veces, he salido apurado del trabajo para hacer un trámite y luego recoger a mi hija. Recibo una llamada en mi teléfono celular, y es una compañera de la oficina que me quiere contar algo. La angustia de su voz me preocupó, pero no esperaba oír lo que me dijo, que fue algo como:
“José, está pasando algo horrible en la Clínica, hay bomberos, prensa, todos corren, y hay mucha confusión.”

Me cuesta definir bien lo que sentí. Un amigo de quien aprendo mucho me enseñó hace tiempo que el lenguaje siempre se queda corto, insuficiente, para describir lo que vivimos en nuestro interior. Y ahora que quiero describir qué sentí esa noche lo certifico. Puedo recordar que fue algo como pena, dolor, y cariño. Este último generaba a los anteriores.


Al ver por la televisión lo que pasaba, me estremecía, realmente la pasaba mal. Y a esa angustia se sumaba otro dato: yo quería ir a la clínica, lamenté haberme ido tan temprano ese viernes, quería estar ahí para ayudar en lo que pudiera a que se supere ese trago amargo y todo vuelva a ser como siempre, pero no podía hacerlo. No podía porque yo tenía un compromiso mayor: mi primera y todavía única hija me esperaba para recogerla de casa de su abuela y llevarla a la nuestra, y no podía fallarle. Es así que, resignado, me puse a buscar noticias en la televisión.

Ya en casa, con mi esposa, veía los noticieros, y ella se sorprendía de verme con los ojos mojados. Me dijo que no sabía que yo quería tanto a la Clínica, y le confesé que yo tampoco lo sabía. Constatamos que el dolor de lo que le pasaba a mi centro de trabajo y la frustración de no poder ir a ayudar eran muy grandes, y me puse a buscar por qué.


Y la respuesta es lo que decía líneas arriba: el cariño.


Así asimilé que le tengo cariño a esta institución. Es comprensible: son 8 años de mi vida aquí. Y esta empresa me ha dado en estos años muchas experiencias ricas en lecciones de vida. ¡He vivido tantas cosas aquí! Son experiencias agradables y desagradables; como todo en la vida, trato de quedarme con el buen sabor de las primeras, pero a las bonitas y a las feas trato de sacarles el jugo en aprendizaje. He visto y veo tantas realidades, que no sé por dónde empezar a compartirlas.


Recuerdo cómo entré a trabajar aquí, como Practicante. Llegué algo asustado de estar en una empresa grande, y me preguntaba qué haría yo, qué trabajos se me encargarían. Comencé desarrollando aplicativos. Poco a poco, la curiosidad técnica fue despertando un gusto por las tecnologías que hacen funcionar a las redes, y, por cambios que fueron gestándose en la Oficina, terminé responsabilizándome formalmente de esa parte de la informática que tanto me atraía. Casualidad no puede ser.


Aunque por mi carácter introvertido y tímido me cuesta generar lazos de amistad con las personas, he hecho amigos entrañables en la Clínica, concretamente 2, con los que diariamente comparto este trabajar y vivir en la CRP. Confío en que pronto serán más de 2.


Algo que aprendo aquí es que toda situación puede y debe ser mejorada. Con el tiempo nos hemos acostumbrado a hacer las cosas de cierta manera, pero basta que miremos con una lupa imaginaria algún proceso para que descubramos cómo mejorarlo, y, cuando la coyuntura administrativa es favorable (como viene siendo últimamente) los cambios sugeridos se convierten en realidades.


Vengo aprendiendo también que hay muchas formas de trabajar y vivir, y que una de ellas, en la que no quiero caer, es la de generar chismes, especulaciones, intrigas, etc. en torno al ambiente laboral. No estoy convencido sino convencidísimo de que eso siempre, repito: siempre termina mal y es una pérdida de tiempo. Voy aprendiendo que de lo que se trata es de hacer lo que uno tiene que hacer, que con esto se crece como persona humana y se beneficia a la empresa. Veo también que cuando hay que tomar decisiones duras pero correctas, no se puede tener medias tintas.

Actitudes de muchos compañeros de labores que me edifican son: la visión crítica ante todas las situaciones, la firmeza en las decisiones, la defensa de la verdad, la alegría y frescura, la bondad, la facilidad para ayudar y servir a los demás, la involucración con el trabajo, el no parar hasta encontrar la solución, etc. Espero algún día poder vivir yo esas virtudes. Más de una vez he conocido a gente de otras Áreas, gente a la que nunca les había siquiera hablado, que me han dejado gratamente sorprendido por sus buenas actitudes.


Contaba yo que ahora me encargo del tema de la red informática en la empresa, y debo decir que me honra ser partícipe de las decisiones que se toman referentes al tema. Me honra mucho y me realiza como persona ver cómo las decisiones o sugerencias que hago influyen en la manera como opera la clínica en lo referente a la informática, herramienta tan importante hoy en día. Espero seguir siendo digno de la confianza que esto implica. Pero debo también decir que trabajar en Sistemas de la Clínica es trabajar en un equipo. Muchas veces oímos frases como ésta, y quizás ya ni nos la creemos, pero tengo que repetir que es real que en Sistemas somos un equipo. Cada uno con funciones, conocimientos, habilidades, y características particulares que se mezclan para alcanzar los objetivos. Quien pueda pasar 1 día ó 2 viendo cómo trabaja la Oficina podrá decir que es verdad lo que digo, y esto es realmente agradable.


Ciertamente no todo son flores, también hay temblores. Como en todo grupo humano, también en nuestra clínica hay actitudes, hábitos, y vicios que deben ser desterrados, y estoy convencido de que con los vientos que soplan, tarde o temprano lo negativo disminuirá hasta desaparecer, pero todos debemos involucrarnos en eso, pues las vidas y las empresas no cambian por arte de magia.

Seguir siendo la clínica líder es cada vez más difícil, pero seguiremos siéndolo si todos mejoramos nuestra actitud.


Comenzaba yo recordando aquel viernes de agitación en febrero de 2006, y debo decir que a ese día le siguieron otros momentos desagradables: ver en persona los daños causados por el siniestro, escuchar comentarios mentirosos de alguna prensa y de gente que se dejó llevar por ella, etc. Pero mucho más grande y fuerte resultó la otra cara de la moneda: la actitud proactiva de los empleados y las autoridades para solucionar de inmediato los problemas, con muchas dosis de ingenio y sacrificio de por medio; la solidaridad; la entrega desinteresada; la responsabilidad; etc. etc. Con eso me quedo.

Vuelvo a recordar mis inicios en la clínica, y veo en mi mente a compañeros que ahora ya no están. Veo también que casi todos entramos a trabajar solteros, y que nos hemos ido casando hasta que finalmente sólo quedan 4 solteros en la Oficina. Ya caerán.


Estoy convencido de que la Providencia me condujo a encajar en esta empresa para desarrollarme más como persona y ganarme la vida (como suele decirse), pero la Clínica Ricardo Palma es más que mi centro de trabajo. La he ido asimilando a mi vida. Por ejemplo: mi hija nació aquí, mi esposa superó un problema serio de salud aquí, como todo padre primerizo he traído corriendo a mi hija muchas veces al médico en esta clínica (en realidad, no la ha visto ningún otro médico que no sea de nuestro staff).

Otra manera en que la Clínica me ha cambiado es un nuevo gusto o hobbie: la salsa. En la CRP empecé a escuchar salsa de la buena: la antigua y verdadera; mi agradecimiento a Lavoe, a Bobby Valentín, al maestro Willie Colón, y al más grande de todos: el señor Rubén Blades. A todos ellos les agradezco mucho su existencia, y a la clínica mi gratitud por haber sido el ambiente en donde empecé a disfrutar tanta belleza musical.

También he aprendido que aunque yo crea que sólo tengo plata para mi pasaje, siempre aparece milagrosamente alguna moneda que me abandona para irse a manos del compañero que está haciendo la “chancha” para la gaseosa.


No deja de sorprenderme tampoco la facilidad que tenemos en la Oficina para verle el lado cómico a casi todo. Las bromas, las chapas, las imitaciones, las ocurrencias, son el pan de cada día. Salvo uno que otro exceso, debo admitir que ellas hacen la vida más llevadera.


La clínica también ha fortalecido mi sistema inmunológico, pero no en base a vacunas o medicinas, sino gracias a algunos proveedores de menú que con sus preparados llenaron mi sangre de toda clase de defensas y anticuerpos. Será por eso que casi no me enfermo.


Recuerdo también el entusiasmo de los “peloteros” de la Oficina al acercarse el clásico Campeonato interno de fulbito. ¡Con cuántas ganas entrenaban, conseguíamos madrina, sponsors, uniformes, etc.! Y con qué facilidad demostrábamos año a año que por algo nos dedicamos a la informática y no al fútbol.

Tantas vivencias y anécdotas ... Otra cosa que no deja de sorprenderme es la disposición que tiene la clínica para crecer y cambiar en infraestructura. Cuando yo llegué no existían la casa Moy, la casa Raffo, la Sedó en donde está Emergencia Pediátrica, ni la casa Altez en cuyo tercer piso está ahora Cafetería. Tampoco existían los institutos de Oncología y de Traumatología. El edificio de hospitalización tenía sólo 6 pisos, y las mudanzas de oficinas han sido más de una. Realmente los que trabajamos en la Ricardo Palma sabemos lo que es ver crecer y cambiar a nuestro centro de labores.

En fin ... esta clínica se ha convertido en parte importante de mi vida. Paso muchas horas en ella, me ha dado buenos amigos y compañeros, me hace sentir orgulloso de trabajar para la mejor, me enseña muchas cosas. Le he agarrado mucho cariño. No sé cuánto tiempo más sigamos juntos, lo que sé es que espero vivirlo de la mejor manera, y seguir encontrando en ella mi queso (me refiero al libro de Spencer Johnson).



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